Fue aquella
noche, noche de hojas suaves,
palpitante de aromas y de astros inquietos,
sentados en la obscuridad, abrazados a la luna,
iluminados por las estrellas y
delicadas brisas
de aire besando nuestros serenos párpados.
Fue aquella noche
cuando las palabras
se juntaron, cuando descubrimos el deseo
indómito de
fundirnos en esas miradas sin decir
palabra.
Cuando se oculto la luna y las
estrellas se quedaron
hablando de noche, soñando a la luz de la palabra,
eternizando el tiempo en tinta y papel, trasmitiendo
la paz en los corazones
abiertos, escuchando el silencio
cálido de los reprimidos suspiros, la cálida
luz
de la voz susurrante de las miradas ocultas, del cariño
impregnado de tu
fragancia.
No hace falta decir nada cuando nuestras miradas
se cruzan como un
eco repitiendo sin voz.
Tu mirada y la mía, un beso que enciende la vida,
mirando tus labios dormidos en el sueño que se oculta
entre paños de algodón
azul.
Silencio que se adueña de las palabras y solo hablan
nuestras miradas.
Porque al mirar que nos miramos nace la magia
en nuevos sueños, sin ventanas
por donde se escapen
nuestras miradas.
No hace falta deshojar las flores que nacen en tus manos,
solo deja
que caigan rendidas, que su aroma nos embriague, que las sonrisas inunden las almas ingenuas, que las miradas se adueñen de nuestras palabras, fundido
el corazón, robándole al silencio ecos amorosos llenos de suspiros.
1 comentario:
mucha sensibllidad se requiere para inspirarse aún más para plasmarlo
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